Esta vez el pequeño Golfete nos acerca a uno de esos lugares imprescindibles si eres un aficionado al arte y también de la naturaleza. Y es que en pocos espacios abiertos se fusionan tan bien las creaciones del hombre y las de la naturaleza como en Chillida Leku.
Llegamos a este museo situado al aire libre en un esplendido día primaveral. Tras estacionar sin problema nuestro vehículo en un amplio parking, pasamos por taquilla y recibimos las indicaciones de un amable recepcionista. El jardín de Chillida tiene una extensión de 11 hectáreas de campas, prados y bosques que alberga diseminadas 40 esculturas de tamaño monumental.
Pronto insertas en una gigantesca alfombra verde plagada de margaritas, asoman unas colosales estatuas, que conforme nos vamos acercando en un agradable paseo, van ganando volumen.
HOMENAJE A BALENCIAGA, 1990
Es curioso, pero en mi caso la primera reacción al acercarme fue palpar las estatuas, pero también observé que otros visitantes hacían lo mismo, como si esas ceraciones ejercieran una extraña atracción. El material para su realización es el acero corten que adquiere con el paso del tiempo y las inclemencias meteorológicas una pátina y un color rojizo. Lejos de tocar un material frio y repelente, me sorprendió para bien su textura agradable y un calorcillo que emanaban del metal, absorbiendo los cálidos rayos solares matinales.
Otro aspecto sorprendente es que cada obra es diferente según el ángulo que escojamos para admirarla y es imprescindible rodearla detenidamente para poder apreciarla en su total dimensión. Incluso si nos cobijamos dentro obtendremos una mirada diferente o una perspectiva peculiar de nuestro entorno, como si se trataran de marcos gigantescos.
ESERTOKI III, 1990 ACERO
Algunas esculturas como Lotura XXXII, eran imponentes moles de acero de más de cinco metros de altura y sesenta cuatro toneladas de peso que resultan intimidantes, pero a la vez reflejan un delicado equilibrio y unas complejas formas. Para un profano como yo en el tema, me maravilla pensar como fueron forjadas, transportadas y erguidas en su lugar. sin duda un proceso muy complejo casi tanto como el meramente creativo.
No menos colosal es Buscando la luz I, de 1997, hecha en acero. Casi como un árbol del bosque te puedes cobijar dentro de ella y observar sus asombrosas formas curvas.
Otra de esas esculturas que merece ser rodeada y admirada desde cada una de sus caras.
Aquí tenemos otra de esas esculturas que inexplicablemente lejos de intimidar te convidan a acercarte y fundirte con ellas.
No todas eran gigantescas...
Tampoco todas eran de metal. Chillida también usaba la piedra, un granito rosa proveniente de la India. Junto a cada escultura disponemos de una placa en el suelo con su nombre y un código QR, que nos informa sobre ella.
ESCUCHANDO LA PIEDRA IV, 1996
CONSEJO AL ESPACIO IV, 1987
Otra de esas esculturas "habitables", donde podemos aventurarnos en los recovecos de su fascinante interior.
Chillida trabajaba en series o familias de esculturas. Así vemos que las esculturas con un mismo título están numeradas. Una de las más celebres por su ubicación en Donostia son los Peines del Viento, pero aquí también hallamos otras obras de esta prolífica serie como la XVII, 1990
ARCO DE LA LIBERTAD, 1993
Esta escultura tiene una curiosa historia detrás. Fue un encargo de la ciudad de París que debía ubicarse en una zona peatonal. Finalmente las autoridades decidieron abrir el transito para vehículos y ante ese cambio el escultor se negó a entregar su obra.
BESAKARDA XIV, 1997
En la parte boscosa del recinto hallamos una elegante villa, que imagino debía ser la residencia de los Chillida. El proyecto nació en 1983 cuando el escultor y su mujer Pilar Belzunce compraron la finca con su antiguo caserío, cumpliendo así el sueño del escultor de crear un lugar mágico donde los caminantes pudieran pasear en un bosque junto a sus esculturas. El complejo permaneció cerrado diez años y por fortuna volvió a abrir sus puertas en 2019 con el apoyo de una importante firma de arte suiza.
Lugar de encuentros IV, de 1973 es una espectacular figura de hormigón de 13,5 toneladas de peso, suspendida en el aire gracias a unos cables metalicos y a una estructura de gruesos travesaños.
La escultura originariamente se encontraba en el Museo de Bellas Artes de Bilbao y temporalmente se encuentra en Chillida Leku. A su lado encontramos Basoa V, un trabajo con una gran carga filosófica, pues Basoa significa bosque y este bosque está compuesto por tres arboles, número sagrado.
El Caserío de dos pisos, en su exterior mantiene su aspecto tradicional y el escudo de armas de la familia Zabalaga, mientras en el interior solamente conserva su estructura de madera y piedra original, donde se alojan otras obras de menor tamaño.
ELOGIO DEL HIERRO III, 1991
HARRI V, 1993
Al parecer la idea del escultor vasco era la de no hacer un simple museo al uso y llenarla con sus obras de menor formato, sino poner en valor la estructura como si de una se escultura en si mismo se tratara.
Abandonando el caserío hay muchas reflexiones para hacer sobre el autor y la naturaleza de su mundo, pero yo ni mucho menos soy quien para profundizar en ellas, pero sí te aseguro que este museo al aire libre es un lugar mágico y único y su visita es imprescindible si estás en la zona.